No tengo miedo. Si no lo tuve antes, menos lo tengo ahora.
Hay una mano que me sostiene fuerte, muy fuerte. Y otras tantas que se extienden y con las que sé que puedo contar.
Yo sí pongo manos en el fuego. Y si me quemo seguro que valdrá la pena.
Hay también unos ojos que no dejan de mirarme y de recordarme cómo es y por qué es que llegué acá.
Son tan transparentes que veo a través y por eso es que sé que también hay un alma, completa y hermosa, que está de mi lado.
Todo esto reafirma lo que soy y me lleva de nuevo al principio: no hay nada por lo que temer.
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