sábado, 5 de mayo de 2012







Tenía muchas ideas aunque siempre me costaba saber cuál era la idea de la idea que me había llevado a la idea original. 
Me pasaba tanto tiempo pensando en eso que, después, me costaba recordar cuál era la idea que se me había ocurrido. No la original, sino la que derivó de esa o del pensamiento de otras nuevas que surgieron en el camino. 
Desde entonces, lo anoto todo. Aunque es interesante notar la diferencia entre lo que se crea en mi cabeza y lo que se plasma en el papel. La idea (la original resultante de la original primera) es algo nuevo. Y, aunque me lo proponga, me es muy difícil reconocer las 7 diferencias (aunque probablemente sean más y nunca sea capaz de descubrirlo).  
No me llama la atención, entonces, vivir un poco en una realidad paralela a la que creo que quiero o quisiera querer. 
De todos modos, la mayoría, aún no han sido concretadas. Viven enlistadas en un cuaderno que me acompaña adonde vaya y que no imagino qué resultaría si lo llegara a perder. Sería algo así como perder mi cabeza. También un poco de mi alma. Y otro poco de lo que nunca llegará a ser. 

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