viernes, 22 de julio de 2011

De Viaje


Una vez leí (fue hace mucho, no recuerdo bien dónde) lo lindo que era ser uno mismo en otra parte.

Algo así, pienso yo, como descubrir y descubrirse en un lugar nuevo, tal vez inesperado, circunstancial. Ponerse a prueba en un paisaje diferente al que tus ojos no están adaptados a ver. Escuchar otro idioma, intentar comprenderlo, hacerte entender. Que todas las personas que se te acercan, que se te cruzan, que te hablan o no, sean total y completamente desconocidas.

Algo así, creo yo, después de haberlo vivido estos últimos días, como conquistar un pedacito de tierra (aunque sólo sea la cuadra que te separa del hotel) y volverla un poco tuya más allá de las diferencias con los millones de cuadras que te separan de las verdaderamente tuyas, las que recorrés todos los días. También, si hay suerte y hay ganas, conquistar algún corazón, volver amistosa esa cara de pocos amigos, contar de dónde vengo y que en mi país esto se dice así y que es la primera vez que viajo en avión y que estoy sola en una ciudad tan desconocida como vos, que ahora me estás hablando y contando del lejano lugar de donde venís.

Sí, es lindo ser uno mismo en otra parte. Sobre todo porque al regreso se es uno diferente.