jueves, 8 de diciembre de 2011

Pienso que


Todo lo que tenía que pasar, pasó.
Y todo lo que había que sufrir, aún se está sufriendo.
Y quizá sea consecuencia del pasar.
O, quizá, más bien necesario.
Estoy creciendo y vos también.
Aunque tanto te cueste notarlo.
Creciendo desde adentro hacia afuera
como se empieza a crecer cuando uno ya es lo suficientemente grande
como para ser más alto.

Pasaremos y sufriremos y creceremos
y nos volveremos a encontrar.
Más grandes, más fuertes
y, espero, más felices.
Y seré feliz por ti.
Y ojalá seas feliz por mí.
Porque así, ahora, ya no somos felices.

A pasar, a sufrir, a crecer.
Es justo y necesario.


martes, 20 de septiembre de 2011

Lucky


Parece que la cosa está cambiando. La suerte, quiero decir. Ya era hora, dice una parte de mi cuerpo. Cuánto durará, se pregunta otra más tendiente a pensar.
Yo digo que tengo que disfrutarla. Que así como se vino (no sin antes tardar un tanto en aparecer) puede volverse a ir. Pero quizá puedo encontrar algo que la retenga, que la haga sentir que vale la pena quedarse en esta amante de la primavera en el mes de octubre, de la música que suena en mis oídos cuando camino, de esa sensación de volver a enamorarse donde nadie me ve.
La suerte está conmigo ahora y yo intento seducirla. La sonrisa en la boca me delata. Y los ojos. Los ojos que ante tanta maravilla no saben para dónde mirar.


miércoles, 24 de agosto de 2011

ILDA


(texto absolutamente ligado al post anterior)

Soñó que la soñaba. En su sueño, pensaba, ¿es que acaso ni siquiera puedo soñarla sin más, sin ser consciente de que la estoy soñando? Soñó que en su sueño volvía a sentirla y recordó olores anhelados, latentes, que sólo habitaban en su casa y que, si supiera la fórmula, volvería a recrear. Cuestión de piel. Piel blanca, suave, arrugada sin ser vieja, manchada por el sol. La imaginó en la playa. Algún día habrá ido. No con ella, le hacía mal el sol. Pero cuando iba, usaría esos trajes de baño que hoy parecen pijamas y sería hermosa como contó que fue. Era hermosa igual, con la piel manchada y las arrugas del rostro y los dientes postizos y el pelo blanco combinado con gris. Le gustaba esa falta de coquetería, su ser hermosa sólo con ser, con ser ella, con existir.

La soñé sentada en su mecedora, en la que cuidaba que no se diera contra la pared. La pared tenía una marca que yo había dejado y por la que nunca me rezongó. Desde esa mecedora, indicaba los libros de su biblioteca que había que alcanzarle y yo admiraba su conocimiento, su memoria, su tesoro literario que ahora es mío y siempre será de ella. El de la izquierda, último estante, lomo verde. Ese le gustaba y en el sueño lo abría y leía y reía y la extrañaba del modo en que sólo se puede extrañar un sueño que no puede ser más.

Me leía a Alfonsina o, tal vez, Vilariño y su casa parecía la más cómoda de todas las cosas. De pronto, estaba en la cocina y preparaba la terrina secreta con gelatina sin sabor. En el sueño, pensaba, ¿por qué nunca probé hacerla? y, cuando la probé soñando, me di cuenta de que ese sabor de nuevo en mi boca sólo podía hacerme llorar. No quiero más, le decía y me acordaba de la vez del puré con azúcar por el que me enojé tanto y ahí, en el sueño, le pedí perdón. Y gracias y por favor y permiso y te quiero y todo lo que no le dije cuando no necesitaba soñar. Ella se reía, no importaba, decía, lo sabía. Y me leía un poema que me escribió cuando yo no sabía cuánto la iba a querer.

Le pedí que me defina, que me guíe, que me nombre, que me recomendara otros libros antes de dejar de soñar. Le conté algunas cosas que no había podido contarle porque pasaron después. Después de ella o antes del sueño, como si importara el tiempo, como si hubiera un después.

Hubo un antes que no conocí, tía, que no me contaste y quiero saber. Saber qué pensabas en esa foto que me mira en blanco y negro. Qué sentiste cuándo lo perdiste y por qué elegiste esto y no aquello y cómo hiciste para ser esto que sos para mí.

Soñó que la soñaba y fue feliz. Y volvió a ser niña y a tomar el té sin gustarle y a escucharla decir "como dice el poeta, no hay nada como el hogar", si hasta en el sueño se puede volver a él.


Tía


Hablábamos sobre por qué algunas fechas nos ponían tan tristes. Eran pocas, dos o tres por año, algún aniversario, tal vez Navidad. Me decía que tenía que ser fuerte, que no se lo podía permitir.
Yo le decía que, en realidad, a veces era tanto el dolor y las ausencias tan ausentes que no me imaginaba cómo hacía para llorar sólo dos o tres veces al año, cuando, si me lo ponía a pensar, los 365 días extrañaba su presencia como una loca.
Esas fechas, las que me dejaba estar triste, recordar, escuchar la canción que escuchábamos antes, juntas, llorar porque sí y porque no. Porque no estaba, porque no la veía ni la sentía, porque era mentira todo eso del cielo y de la vida después de la muerte. Porque aunque intentara pensarla fuerte, invocarla, no había nada que pudiera traerla de nuevo, salvo una foto, que no por ser eterna deja de ser vieja, intocable, lejana. Esas fechas sólo eran excusas para poder dejar ir todo lo que no lloramos el resto de los días. Como una especie de premio. Llegamos hasta acá, resistimos todo esto, nos merecemos un día de dolor.
Entonces hoy, que es uno de esos días del año, recorro todo un álbum de fotos viejas y eternas. Eternas como el recuerdo que me acompaña y como esa esperanza incrédula pero persistente de que quizá, pensándote fuerte, esta vez sí pueda sentirte.

viernes, 22 de julio de 2011

De Viaje


Una vez leí (fue hace mucho, no recuerdo bien dónde) lo lindo que era ser uno mismo en otra parte.

Algo así, pienso yo, como descubrir y descubrirse en un lugar nuevo, tal vez inesperado, circunstancial. Ponerse a prueba en un paisaje diferente al que tus ojos no están adaptados a ver. Escuchar otro idioma, intentar comprenderlo, hacerte entender. Que todas las personas que se te acercan, que se te cruzan, que te hablan o no, sean total y completamente desconocidas.

Algo así, creo yo, después de haberlo vivido estos últimos días, como conquistar un pedacito de tierra (aunque sólo sea la cuadra que te separa del hotel) y volverla un poco tuya más allá de las diferencias con los millones de cuadras que te separan de las verdaderamente tuyas, las que recorrés todos los días. También, si hay suerte y hay ganas, conquistar algún corazón, volver amistosa esa cara de pocos amigos, contar de dónde vengo y que en mi país esto se dice así y que es la primera vez que viajo en avión y que estoy sola en una ciudad tan desconocida como vos, que ahora me estás hablando y contando del lejano lugar de donde venís.

Sí, es lindo ser uno mismo en otra parte. Sobre todo porque al regreso se es uno diferente.


miércoles, 18 de mayo de 2011

Pasará, pasará


Pasó el día y llegó la noche. No reí mucho. Tampoco lloré. Aunque tuve ganas. Las reprimí, no sé por qué. O quizá el impulso del llanto no haya sido tan fuerte. No lo recuerdo. Y pasó hoy, como pasó el día y ahora llegó la noche.
Mañana, ¿me acordaré de hoy?
Probablemente no. Es un día de esos poco memorables. En donde no se ríe ni se llora. En donde no se cumple con lo que se debe ni se hace lo que se desea. Se está. Se pasa. Como el día. Como esta noche que ya casi es madrugada.


viernes, 25 de febrero de 2011

A - B - C


Tus letras reflejan lo que anda pasando. No necesariamente lo que pasa ahí afuera, claro. Sino, más bien, lo que sucede dentro y nadie ve. Lo que te hace doler, llorar, reír sin aparente causa. Lo que pocos perciben y, si lo hacen, por favor díganme quién es que se lo quiero agradecer. 

Tus letras son locas, son sabias. Mas no soberbias. Lo que saben no lo leyeron, lo vivieron y no siempre lo pueden expresar. ¡Lo que les gustaría escribir lindo! Formarse con estilo, combinarse con gracia, provocar belleza, lágrimas tal vez. Pero no lo logran y, a veces, salen tan vacías que no se explican cómo habiendo sufrido tanto para ser paridas. 

Tus letras tienen un destino, también, que no necesariamente es el mismo que el de tu mano que las escribe. Por ejemplo, ahora, ahora que yo te escribo que te quiero y que me decido a hacerlo sin borrarlo, sin parar siquiera para corregir una coma o un punto, incluso si en esta frase existiera alguna de esas faltas de ortografía que me dan tanta vergüenza y tanta rabia, incluso así seguiría porque sé que, al volver, borraría justamente eso, que te quiero. 

Pero, al parecer, mis letras son las que te quieren, las que no me permiten borrarte aunque a veces lo deseara o lo piense o me den ganas de desearlo o pensarlo. Y ahí están esas palabras, a vos dirigidas. Ya no las necesito. 

Espero que vos sí. 



jueves, 6 de enero de 2011

Va de nuevo


365 oportunidades nuevas.


De letras, de acordes, de trazos, míos y de otros.

De esos míos que son para otros.

De esos de otros que se vuelven tan míos que no podría explicar ni cómo ni cuánto.


El corazón se acelera, entusiasmado.

La cuenta conmienza.

Que nunca sea regresiva.